Tenía pocos años cuando
conocí a San Francesco d’Assisi y su capacidad para comunicarse con los
animales. Desde entonces supe que era posible hablar con ellos y poco a poco
fui teniendo diversas experiencias. Para acercarse a los animales es necesario
un estado de presencia alto. Ellos te sienten. Luego puedes cantarle a las
lagartijas que comienzan a mirarte a los ojos o mugir a las vacas que se
acercan curiosas, sobretodo porque para ellas no es normal que un humano se
acerque a hablarles. Recuerdo al perro Tito, de Antonio Moreira, que una vez,
que yo estaba en un estado mental alterado y hablaba desaforadamente, él paso a
mi lado y me tocó de una forma vigorosa con su flanco. Sentí que una
inteligencia firme me decía «calma!». Cosa que me ayudó a «despertarme». A
partir de allí tuve una relación muy divertida con Tito porque a él le gustaba
escaparse por el barrio gótico de Barcelona, irse a callejear… yo le gritaba
«¡Tito estate atento porque la calle es peligrosa!». Y él sin parar de correr
se giraba y me miraba.
En los años locos, una
vez regresaba de la discoteca a las 4 de la mañana y al pasar por el viejo
mercado del Borne se me ocurrió maullar. (He aprendido a maullar bastante bien)…
de debajo de un coche aparcado se asomó un gatito y me dijo hoooola… maullando
con el mismo tono. Entonces supe que de casualidad había dicho «hola» en lengua
gato.
Cuando vivía en «la
oficina», que se llamaba así porque tenía el váter en un cubículo en la
escalera. Estaba a punto de pasar la fregona, (finales de los 80s) y en un
ángulo del zócalo había una araña de patas larguísimas. Me habían explicado que
con los pequeños animales o con los insectos, hormigas, cucarachas, etc. se les
habla telepáticamente. No quería matarla y no quería no fregar ese ángulo así
que le expliqué con el pensamiento «por favor, muévete hacia lo alto pues mi
fregona es radical, desenfrenada y muy peligrosa». A la primera no supe hacerlo
bien y tuve que repetirlo 3 veces, a la tercera la araña comenzó a subir subir
subir y se instaló en el techo. Hace un tiempo, en Cadaqués fui con mi querida
amiga Ana Momo a visitar a su amiga inglesa. Ana me contó que le habían operado
el cerebro. Luego vi al gato de la casa que curiosamente tenía un orificio en
la cabeza. La amiga inglesa me explicó que el gato hacía un tiempo había
manifestado «eso»; muchas veces nuestros animales (y tambien nuestros hijos)
manifiestan en su cuerpo las enfermedades de los de la casa. A veces es su
forma de hacer medicina, de ayudarnos a curarnos. Entonces le pregunté al gato,
delante de la amiga inglesa y de Ana si estaba ayudando a curar a su ama. Fue
muy significativo cuando el gato giró la cabeza y afirmó diciendo «miau» ¡sí!.
Recuerdo que al día siguiente otro gato de Cadaqués, (a quien ya se le había
comunicado la historia; los animales se trasmiten al instante todas las
noticias) me saludó.
También llamo a San
Francesco d’Assisi cada vez que necesito su asistencia para evacuar algún
insecto indeseable.
O ellos se van o puedo
cazarlos y llevarlos afuera. Cuando vinieron de visita mi sobrino Joaki y su
compañera Vicky. Cuando les daba su regalo de casamiento: un dibujo original de
Spinetta, en mi carpeta de cuadros de los amig@s, había un escorpión. Aunque se
hizo el muerto estaba vivísimo y San Francesco colaboró guiándome,
–como siempre hace–, para
poder cazarlo y darle buen viaje… le hice una foto mientras luchaba contra las
paredes del vaso de vidrio adonde lo había atrapado pero salieron un poco fuera
de foco. San Francesco d’Assisi también me ayuda siempre que tengo algún
encuentro con un perro rudo, o entrenado para atacar.
Cuando voy por la calle,
generalmente, los gatos y yo nos saludamos.
El gato volpe, que
ilustra con su foto “animales del 29 de agosto” (Facebook, página: Calendario
para amantes de la vida), estaba sentado en el techo del coche azul mirando
para el otro lado y le pedí simplemente si podía girarse para hacerle una foto;
el se dio la vuelta y miró a la cámara. Con esa expresión preciosa que se ve en
su cara.
Una de las experiencias
más hermosas que tuve con animales fue hace un par de décadas en Alpens, ese
sitio mágico en el corazón de la Cataluña del norte. Estábamos en una masía al
día siguiente de una fiesta particularmente mágica. Afuera, en un costado de la
casa había una pica de piedra adosada a pared. Dentro estaba llena de agua y
observamos que habían varias ranas diminutas; medían 1 cm o poco más. Todos
estábamos muy presentes (y muy mágicos) y decidimos jugar con las miniranas.
Les propusimos un juego de salto libre. Simplemente dijimos «A ver cual de
ustedes salta mejor». Alargamos una vara y la hundimos en el agua, una ranita
se agarró a la vara, entonces la sacamos del agua y dirigimos la vara con ella,
que se aferraba con fuerza, hacia una saliente de la pared, justo encima de la
pica. La rana se soltó de la vara, se sentó, nos miró, y dando un saltito se zambulló
en el agua. Luego volvimos a hundir la vara en el agua y otra ranita se agarró
firme con las manos delanteras, la sacamos, la subimos a la piedra saliente, e
igual que su compañera, se desprendió, se sentó un instante y se lanzó de
cabeza al agua. Y así estuvimos largo rato jugando con ellas.
Nuestro querido maestro
de inmortalidad física, Dave Breathe, allá por los 90 nos dijo una vez que
nuestros animales domésticos se acercan a hablar con nosotros pero no nos damos
cuenta y no les contestamos. Entonces ellos piensan «Quelevamosahacer, los
humanos no se enteran». Y nos tienen una tierna paciencia porque saben que
ignoramos muchas cosas que ellos saben.
Una noche, con el Indio,
Mita y Jaime en Mirasol, era muy tarde y estábamos sentados en el suelo,
tranquilos, con la mente serena. Casi no hablábamos. Las ventanas estaban
abiertas y pudimos escuchar un coro de pájaros… era sublime, vital, lleno de
alegría. Cuando los pájaros se callaron los cuatro sentimos un deseo de unirnos
y empezamos a cantar una música similar; cuando finalizamos los pájaros
comenzaron a cantar de nuevo. Y cuando ellos finalizaron recomenzamos nosotros.
Alternadamente cantábamos una estrofa ellos, una estrofa nosotros, una estrofa
ellos y así. Estuvimos muchísimo rato ofreciendo al universo nuestro concierto.
Como rúbrica me gustaría
contarles una historia antigua de un practicante zen que quería comprobar si su
samadhi estaba realizado. A su aldea venía todas las noches un grupo de lobos
que buscaba comida. Habían atacado a algunas personas.
Él decidió pasar toda una
noche meditando sentado en una piedra en el cementerio del pueblo. En el
corazón de la noche se acercaron los lobos. Permaneció meditando y sintió que
los lobos le olfateaban el cuello. Atento, inmutable, el practicante zen
escuchó como los lobos siguieron su camino sin tocarlo siquiera.
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